La Catedral de Córdoba es el corazón cultual y cultural de la diócesis. El espacio en el que la religiosidad se proyecta a través de la liturgia, el arte, la arquitectura, la música o la actividad caritativa. De la administración y gestión de todos sus fines se encarga, desde hace siglos, el Cabildo Catedral
Aunque desde 1236, con la conquista de Córdoba por parte de Fernando III, la antigua Aljama se encuentra dedicada al culto católico, no será hasta el año 1239 cuando el edificio adquiera la plena consideración de Catedral, en el momento en el que se produce la consagración episcopal de don Lope de Fitero. Será este obispo quien, tras la restauración de la sede, proceda a la constitución del Cabildo.
Desde ese instante hasta la actualidad, de manera ininterrumpida, el Cabildo Catedral de Córdoba se ha encargado, entre otras funciones, de la celebración de las solemnidades litúrgicas que tienen lugar en el templo mayor, del cuidado pastoral de sus fieles y de la gestión y conservación de su patrimonio.
Nuestra Señora de la Asunción
La Catedral de Córdoba se encuentra dedicada a la Virgen María. Será a partir del siglo XVI cuando su título recoja la advocación de la Asunción. Por lo que esta iconografía mariana se localizará en numerosas obras de arte custodiadas en el templo, en los más diversos estilos y soportes. Quizás, la composición que represente esta temática con mayor maestría sea el lienzo del pintor Antonio Palomino que preside el retablo mayor. Esta pintura, de gran efectismo barroco, se resuelve según el modelo iconográfico tomado de la Leyenda Dorada: María, entre querubes, asciende al cielo ante la mirada perpleja de los apóstoles, quienes descubren que su sepulcro se encuentra vacío